Recientes estudios sobre la grasa parda destacan su importancia para combatir la obesidad.
Todos conocemos la grasa corporal de aspecto blanquecino o amarillento, pero la mayoría desconoce qué es la grasa parda.
Sin embargo desde hace tiempo se sabía que los humanos nacemos con otra grasa, la parda, que ayuda a que los bebés mantengan su temperatura corporal. Se localiza en cuello, escote, zona interescapular y lumbar; y su función principal es producir calor. Al trabajar como termorregulador, la grasa parda quema energía. Hace unos años, en 2009, se descubrió que, contrariamente a lo que se creía hasta entonces, esta grasa no se perdía en la primera infancia, sino que en la edad adulta aún se conservan ciertas reservas.
Recientemente, investigadores de Suecia, Estados Unidos, Australia y Canadá, han realizado diversos estudios sobre la grasa parda en el cuerpo humano, experimentando sobre cómo actúa el organismo al regular la temperatura corporal para contrarrestar la baja temperatura ambiental, constatando que la baja temperatura estimula la producción de las células de grasa parda en un porcentaje importante (aproximadamente 40%). Disminuyendo también éstas células al aumentar de nuevo la temperatura ambiente.
Un estímulo tan simple como un ambiente frío genera un impacto y pone en marcha el funcionamiento de esta grasa buena que consume calorías.
Durante el 20º Congreso Internacional de Nutrición de la Unión Internacional de Ciencias Nutricionales, que se celebró el pasado año (2013), en Granada (España), el profesor Jan Nedergaard, del Departamento de Moleclar Biosciences en The Wenner-Gren Institute de Estocolmo (Suecia), explicó que todos los estudios publicados han demostrado la gran capacidad de la grasa parda para quemar el exceso de energía que ingerimos a través de la dieta.
Los expertos concluyen que es recomendable salir a caminar durante las mañanas de invierno con un traje más ligero que permita sentir el frío sin sufrir para motivar la regeneración de la grasa parda.